jueves, 21 de julio de 2011

REFORMA LIBERALLA REFORMA LIBERAL GÓMEZ FARIAS EN LA PRESIDENCIA El 1º de abril de 1833 se inició el nuevo período gubernamental, en el que debía ocupar la Presidencia de la República el general Antonio López de Santa Anna; pero como este no se presentó hasta el 16 de mayo, se encargó interinamente del gobierno el Vicepresidente, don Valentin Gómez Farías, representante de la clase media liberal. Entre 1833 y 1855, Santa Anna gobernó a México en once periodos diferentes. Su falta de convicciones políticas lo hicieron fluctuar del partido liberal al conservador, y su actuación casi siempre estuvo condenada al fracaso. Gómez Farías, considerando que para el progreso del país era necesario que el gobierno estuviese fuera de la influencia del clero y de los elementos conservadores, dictó las leyes que habían de transformar las condiciones sociales y políticas del país. Por tal razón se considera a Gómez Farías como el patriarca del liberalismo y el precursor de la Reforma, que consumó años más tarde don Benito Juárez. INICIACIÓN DE LA REFORMA El grupo reformista estaba formado por la pequeña burguesía, que trataba de desplazar a los españoles en los asuntos económicos, y por los nuevos políticos que ambicionaban los puestos públicos, al frente de los cuales se hallaban distinguidos intelectuales, como el doctor José María Luis Mora y Lorenzo de Zavala. Con el apoyo de Gómez Farías, y con un programa liberal avanzado, durante el año 1833 y principios del 34 se fueron expidiendo varias leyes, destinadas a destruir las instituciones y los privilegios de las clases que significaban un obstáculo para la marcha progresista del país. EL PROGRAMA REFORMISTA El programa reformista consistía en extirpar de raíz la influencia del clero y del ejercito en la marcha del gobierno, y convertir al país en una nación libre de sus viejas tradiciones y del despotismo colonial. Para ello era necesario acabar con los privilegios del clero y subordinarlo al Estado, hacer una distribución menos injusta de los bienes que el clero y las clases privilegiadas habían acumulado, decretar la libertad de cultos y separar la Iglesia del Estado. Hacer la enseñanza obligatoria, fundando escuelas en los pequeños poblados; crear institutos de enseñanza superior y profesional en que se diera preferencia a los conocimientos científicos; pugnar por la libertad de prensa y por la difusión de la lectura. REFORMAS ECLESIÁSTICAS Sobre todo estos asuntos publicaron brillantes artículos el doctor Mora, Zavala y otros intelectuales, y parte de aquellos principios ya se habían convertido en leyes en algunos Estados, particularmente en México, Jalisco y Zacatecas. Ante todo era indispensable que la Iglesia reconociera al Estado mexicano el derecho de patronato eclesiástico que el rey había ejercido sobre ella, y que esta se negaba a aceptar, pretendiendo hacerse independiente del poder civil y quedar subordinada sólo al Papa. Para liberar a los agricultores de la obligación civil de pagar el diezmo eclesiástico , se dictó la ley relativa, dejando el pago de los diezmos al dictado de la conciencia de los causantes, sin coacción por parte del Estado. A este propósito se tomaron tres medidas fundamentales: la extinción del Colegio Mayor de Santa María de Todos Santos, aplicando sus fondos a la instrucción pública; la supresión de la Universidad Pontificia, institución al servicio de una minoría privilegiada, y la creación de un sistema de escuelas populares bajo el control de la Dirección General de Instrucción Pública, manejada por intelectuales distinguidos. El vasto programa que entonces se planteó comprendía la creación de seis grandes institutos de instrucción superior para la juventud; autorizó la libre apertura de escuelas públicas; ordenó que hubiera una escuela nocturna para artesanos y dos escuelas normales para la formación de maestros, y que con los libros de la Universidad y de algunas corporaciones religiosas se crearan la Biblioteca Nacional. Este fue el programa que nuestras luchas políticas malograron en aquella época, pero que se realizó posteriormente, aunque se diverso modo. REFORMA DEL EJÉRCITO Para que la reforma que planteaba la clase media liberal fuese efectiva, era necesario también destruir la fuerza del ejército permanente, en cuyas manos había estado hasta entonces los destinos del país. El ejército, en vez de sostener al gobierno constituido, luchaba por derrocarlo para poner otro nuevo que lo apoyara en sus demandas, pues en los jefes reinaba el espíritu de rebelón, el apetito inmoderado de riquezas y ascensos y reclamaban, además, el fuero, porque con él quedaban casi impunes sus delitos. Por tales razones se dispuso disolver todos los cuerpos del ejército que se hubieran sublevado contra el gobierno (15 de noviembre de 1833 ). A demás se acordó reducir el ejército permanente s seis batallones de infantería y seis regimientos de caballería y disminuir el número de altos jefes del ejército. Y para suplir al ejército se creó la milicia nacional, organizada por los Estados con elementos del pueblo, armados y disciplinados para sostener sus derechos y evitar las rebeliones de los conspiradores profesionales. REFORMAS HACENDARIAS. Ante el estado de bancarrota en que se hallaba el erario nacional, el gobierno tenía que recurrir frecuentemente en demanda de préstamos a los agiotistas, originándose por tal concepto una deuda pública que pasaba de cien millones de pesos. No era posible efectuar el pago de esa deuda con los escasos impuestos que tributaban la agricultura, la industria y la minería, ya que éstas se hallaban también en quiebra, porque el capital estaba en manos del clero y éste le negaba el crédito para su desarrollo. De aquí que los reformadores de 1833 llegaron a la conclusión de que el pago de la deuda nacional sólo podría lograrse mediante la desamortización de los bienes del clero, la cual estimaban provechosa para la hacienda pública y el beneficio del pueblo. Desgraciadamente no sucedió así, porque al atacar el monopolio de la riqueza del clero, por otra parte se formaba el latifundismo laico, dando lugar a que muchos oportunistas ambiciosos se apoderaran de lo bienes eclesiásticos a bajo precio, anulando las finalidades del beneficio público. SANTA ANNA REPRIME LA REFORMA Gómez Farías tenía la intención de proseguir su obra reformista por medio de otras leyes y reglamentos; pero el clero y el ejército, que se sentían agraviados con estas reformas, pidieron a Santa Anna que asumiera la Presidencia y reprimiera a los liberales. El presidente, sin convicciones políticas de ninguna clase, se convirtió en instrumento de los intereses de los conservadores, y dando la impresión de que al asumir la Presidencia lo hacía como resultado de un clamor popular, se hizo cargo del gobierno (mayo de 1833) e inmediatamente derogó todas las disposiciones dictadas por Gómez Farías. PRONUNCIAMIENTO CONTRA LA REFORMA La Reforma había provocado varios pronunciamientos militares instigados por el clero, que al grito de religión y fueros reclamaban sus antiguos privilegios. Tal fue el del coronel Ignacio Escalada, en Morelia, Michoacán. (mayo de 1833). Santa Anna salió a combatir a los insurrectos, dejando en el poder nuevamente a Gómez Farías (junio); pero entre tanto las tropas de la guarnición de la capital se pronunciaron contra Gómez Farías, quien con los cívicos de la guardia nacional resistió y derrotó a los pronunciados. Al saber Santa Anna los suceso de la capital se presentó en México a ocupar de nuevo la Presidencia, y para congraciarse con los liberales expulsó del país a Bustamante, a Bravo y a otros cincuenta notables del partido conservador, amenazando con aplicar ésta ley a todos los que se encontraran con el mismo caso (la ley del caso). Santa Anna permaneció cincuenta días mas en el poder, para luego retirarse a su hacienda de Manga de Clavo, cerca de Jalapa, Ver., dejando nuevamente en la Presidencia a Gómez Farías, quien se apresuró a restablecer las leyes expedidas por él y derogadas por Santa Anna.


LA REFORMA LIBERAL

GÓMEZ FARIAS EN LA PRESIDENCIA El 1º de abril de 1833 se inició el nuevo período gubernamental, en el que debía ocupar la Presidencia de la República el general Antonio López de Santa Anna; pero como este no se presentó hasta el 16 de mayo, se encargó interinamente del gobierno el Vicepresidente, don Valentin Gómez Farías, representante de la clase media liberal.

Entre 1833 y 1855, Santa Anna gobernó a México en once periodos diferentes. Su falta de convicciones políticas lo hicieron fluctuar del partido liberal al conservador, y su actuación casi siempre estuvo condenada al fracaso.

Gómez Farías, considerando que para el progreso del país era necesario que el gobierno estuviese fuera de la influencia del clero y de los elementos conservadores, dictó las leyes que habían de transformar las condiciones sociales y políticas del país.

Por tal razón se considera a Gómez Farías como el patriarca del liberalismo y el precursor de la Reforma, que consumó años más tarde don Benito Juárez.

INICIACIÓN DE LA REFORMA El grupo reformista estaba formado por la pequeña burguesía, que trataba de desplazar a los españoles en los asuntos económicos, y por los nuevos políticos que ambicionaban los puestos públicos, al frente de los cuales se hallaban distinguidos intelectuales, como el doctor José María Luis Mora y Lorenzo de Zavala.

Con el apoyo de Gómez Farías, y con un programa liberal avanzado, durante el año 1833 y principios del 34 se fueron expidiendo varias leyes, destinadas a destruir las instituciones y los privilegios de las clases que significaban un obstáculo para la marcha progresista del país.

EL PROGRAMA REFORMISTA

El programa reformista consistía en extirpar de raíz

la influencia del clero y del ejercito en la marcha del gobierno, y convertir al país en una nación libre de sus viejas tradiciones y del despotismo colonial.

Para ello era necesario acabar con los privilegios del clero y subordinarlo al Estado, hacer una distribución menos injusta de los bienes que el clero y las clases privilegiadas habían acumulado, decretar la libertad de cultos y separar la Iglesia del Estado.

Hacer la enseñanza obligatoria, fundando escuelas en los pequeños poblados; crear institutos de enseñanza superior y profesional en que se diera preferencia a los conocimientos científicos; pugnar por la libertad de prensa y por la difusión de la lectura.

REFORMAS ECLESIÁSTICAS

Sobre todo estos asuntos publicaron brillantes artículos el doctor Mora, Zavala y otros intelectuales, y parte de aquellos principios ya se habían convertido en leyes en algunos Estados, particularmente en México, Jalisco y Zacatecas.

Ante todo era indispensable que la Iglesia reconociera

al Estado mexicano el derecho de patronato eclesiástico que el rey había ejercido sobre ella, y que esta se negaba a aceptar, pretendiendo hacerse independiente del poder civil y quedar subordinada sólo al Papa.

Para liberar a los agricultores de la obligación civil de pagar el diezmo eclesiástico , se dictó la ley relativa, dejando el pago de los diezmos al dictado de la conciencia de los causantes, sin coacción por parte del Estado.

A este propósito se tomaron tres medidas fundamentales: la extinción del Colegio Mayor de Santa María de Todos Santos, aplicando sus fondos a la instrucción pública; la supresión de la Universidad Pontificia, institución al servicio de una minoría privilegiada, y la creación de un sistema de escuelas populares bajo el control de la Dirección General de Instrucción Pública, manejada por intelectuales distinguidos.

El vasto programa que entonces se planteó comprendía la creación de seis grandes institutos de instrucción superior para la juventud; autorizó la libre apertura de escuelas públicas; ordenó que hubiera una escuela nocturna para artesanos y dos escuelas normales para la formación de maestros, y que con los libros de la Universidad y de algunas corporaciones religiosas se crearan la Biblioteca Nacional.

Este fue el programa que nuestras luchas políticas malograron en aquella época, pero que se realizó posteriormente, aunque se diverso modo.

REFORMA DEL EJÉRCITO

Para que la reforma que planteaba la clase media liberal fuese efectiva, era necesario también destruir la fuerza del ejército permanente, en cuyas manos había estado hasta entonces los destinos del país.

El ejército, en vez de sostener al gobierno constituido, luchaba por derrocarlo para poner otro nuevo que lo apoyara en sus demandas, pues en los jefes reinaba el espíritu de rebelón, el apetito inmoderado de riquezas y ascensos y reclamaban, además, el fuero, porque con él quedaban casi impunes sus delitos.

Por tales razones se dispuso disolver todos los cuerpos del ejército que se hubieran sublevado contra el gobierno (15 de noviembre de 1833 ). A demás se acordó reducir el ejército permanente s seis batallones de infantería y seis regimientos de caballería y disminuir el número de altos jefes del ejército.

Y para suplir al ejército se creó la milicia nacional, organizada por los Estados con elementos del pueblo, armados y disciplinados para sostener sus derechos y evitar las rebeliones de los conspiradores profesionales.

REFORMAS HACENDARIAS.

Ante el estado de bancarrota en que se hallaba el erario nacional, el gobierno tenía que recurrir frecuentemente en demanda de préstamos a los agiotistas, originándose por tal concepto una deuda pública que pasaba de cien millones de pesos.

No era posible efectuar el pago de esa deuda con los escasos impuestos que tributaban la agricultura, la industria y la minería, ya que éstas se hallaban también en quiebra, porque el capital estaba en manos del clero y éste le negaba el crédito para su desarrollo.

De aquí que los reformadores de 1833 llegaron a la conclusión de que el pago de la deuda nacional sólo podría lograrse mediante la desamortización de los bienes del clero, la cual estimaban provechosa para la hacienda pública y el beneficio del pueblo.

Desgraciadamente no sucedió así, porque al atacar el monopolio de la riqueza del clero, por otra parte se formaba el latifundismo laico, dando lugar a que muchos oportunistas ambiciosos se apoderaran de lo bienes eclesiásticos a bajo precio, anulando las finalidades del beneficio público.

SANTA ANNA REPRIME LA REFORMA

Gómez Farías tenía la intención de proseguir su obra reformista por medio de otras leyes y reglamentos; pero el clero y el ejército, que se sentían agraviados con estas reformas, pidieron a Santa Anna que asumiera la Presidencia y reprimiera a los liberales.

El presidente, sin convicciones políticas de ninguna clase, se convirtió en instrumento de los intereses de los conservadores, y dando la impresión de que al asumir la Presidencia lo hacía como resultado de un clamor popular, se hizo cargo del gobierno (mayo de 1833) e inmediatamente derogó todas las disposiciones dictadas por Gómez Farías.

PRONUNCIAMIENTO CONTRA LA REFORMA

La Reforma había provocado varios pronunciamientos militares instigados por el clero, que al grito de religión y fueros reclamaban sus antiguos privilegios. Tal fue el del coronel Ignacio Escalada, en Morelia, Michoacán. (mayo de 1833).

Santa Anna salió a combatir a los insurrectos, dejando en el poder nuevamente a Gómez Farías (junio); pero entre tanto las tropas de la guarnición de la capital se pronunciaron contra Gómez Farías, quien con los cívicos de la guardia nacional resistió y derrotó a los pronunciados.

Al saber Santa Anna los suceso de la capital se presentó en México a ocupar de nuevo la Presidencia, y para congraciarse con los liberales expulsó del país a Bustamante, a Bravo y a otros cincuenta notables del partido conservador, amenazando con aplicar ésta ley a todos los que se encontraran con el mismo caso (la ley del caso).

Santa Anna permaneció cincuenta días mas en el poder, para luego retirarse a su hacienda de Manga de Clavo, cerca de Jalapa, Ver., dejando nuevamente en la Presidencia a Gómez Farías, quien se apresuró a restablecer las leyes expedidas por él y derogadas por Santa Anna.

http://www.monografias.com/trabajos15/ig…
100% 1 voto

No hay comentarios:

Publicar un comentario